
Eres férreo pero inoxidable, de mármol inquebrantable y de espuma blanda a la vez. Eres invidente porque ves más allá de los ojos, previniendo el reflejo e indagando en la transparencia así los secretos relucen en el fondo. Te desenvuelves en libertad, porque eres indomable, tus raíces crecen silvestres al margen de la lluvia.

Lejos de sus aguas, trato de consolarte con caramelos de caracolas y arena, desafortunadamente el placebo no sabe a sal, volviéndose insípido con el tiempo. Me has enseñado que este deseo es inalterable, tan sólo podemos camuflarlo con disfraces forzándolo a ser camaleónico en un mundo de corazones incógnitos. Escondido en el baúl costillar macizo cuentas los latidos hasta estar de vuelta en el lugar donde te libero una y otra vez.