El rugido de la juventud se cuela en mi cuerpo. Suena sin cesar la melodía que nos hace enloquecer, que crece con la agitación de la masa y se intensifica con el elixir de la desinhibición. Contoneando caderas al ritmo de la música como se mueven las hojas con el viento, figuras entrelazadas se funden en danzas apasionadas. Sacudimos los obstáculos que nos impiden ser completamente dichosos, barriendo cada centrímeto de las limitaciones, los prejuicios y los temores. Me dedico al disfrute, solo importan las sonrisas,el calor y la gente, unidos por canciones de libertad. Bailo sin parar, parece que mis pies flotan y desaparece la gravedad, al igual que se desvanecen las preocupaciones. Somos un solo corazón, palpitando tan fuerte que se asemeja a un volcán, una erupción de humanidad que hace temblar el lugar, tan ruidosa y ardiente.
