Buenas noches.Ahora nos vemos.

No quiero irme a la cama. Me pego al sofá como cuando era pequeña, alargando el momento de irme a dormir. Cualquier excusa es válida para librarse de las sábanas. No tengo miedo al coco, ni a la oscuridad, ni a lo que se esconde bajo el somier; lo que temo es muy distinto.

Llega el momento de cerrar los ojos y comienza el bombardeo de pensamientos. Te echo de menos, quiero tenerte, destapo los recuerdos e  imagino mil escenas. De repente mi almohada se empapa, se forman charcos azules de lágrimas que caen desde mis mejillas. Se desata la tormenta nocturna. Un chaparrón de sentimientos y huracanes de ideas dolorosas que relampaguean con truenos tan fuertes que retumban en la mente. Pienso en quien te besa, me pregunto que sentirás y si has vuelto a querer. Pienso en mis labios, nunca han estado tan fríos y secos, son caprichosos porque tan solo quieren encajar en los tuyos. Se forman nubarrones espesos que cuando intento mirar hacia adelante me ciegan y no veo más allá de ti.

Empieza a escampar. Por fin me quedo dormida y ahora la calma no depende de mí. Tengo pesadillas, algunas tan reales que me levantan de madrugada con un nudo en la garganta, angustiada pero aliviada a la vez porque nada de eso ha ocurrido. Sin embargo, hace un par de noches soñé que hacíamos el amor, tan intenso que me levanté mojada. Entonces deseé que sucediera de verdad...